Igual que la arenisca se resbala entre nuestros dedos la condición humana se agrieta por ese afán de ambición que caracteriza al hombre en su entrono. Nunca sabremos hasta donde puede dañarnos esa actitud por desequilibrar la balanza de un estado, de sus regiones, de sus provincias y de sus personas. Cuantos puentes se han dejado de construir ,metafóricamente hablando, para fortalecer los cimientos de una nación frente al mundo. Por un puñado de lentejas nos vendemos al mejor postor dejando al margen muchos de aquellos pilares que necesitamos para construir y no para destruir y eso es lo que estamos haciendo. Miramos al mundo y no vemos nuestra casa. Queremos pavonearnos frente a los llamados » miembros de una élite» que se descongela como el hielo en un vaso caliente. No podemos hacer más o simplemente no podemos mantener a la criatura viva por mucho más tiempo. Acontecen días muy difíciles para Europa y por descontado para España. La cerrazón y la ceguera de muchos está haciendo mella en los otros. Los «pegasos» están renaciendo de sus cenizas y eso hace temblar a las antiguas escuelas cansinas y caducas que se venden al mejor postor para mantenerse un poco más de tiempo en pie. Como una batalla de cubos de agua entre adolescentes, nadie piensa en el bien de la comunidad sino en el beneficio propio y al final esa actitud pasa factura. Pasar de la incongruencia y el egoísmo a la cordura y la realidad solo es cuestión de un paso y en ese puente hacia el progreso todos estamos llamados a poner un ladrillo de esperanza por nuestro bien. Quizás antes de lo esperado tengamos que arrepentirnos de nuestras acciones; y ese será el comienzo de una recuperación. Lo demás es palabrería barata y cansina.