En un coche nuevo. Así nos lo hacían vivir los entrañables payasos de la tele que cada tarde tenían una cita con todo los niños de España. ¡Qué tiempos aquellos señores! Cuando no hacía falta cinturón de seguridad, ni airbag, ni tampoco alcoholímetros porque la gente era consciente de lo que tenía entre las manos. Cuando los radares de las carreteras no eran aún ni proyectos y casi siempre había alguien dispuesto a echarnos una mano en caso de avería o pinchazo. En el coche cabía toda la familia, sin sillitas porta bebés y con una vaca sobre el techo en la que llevábamos todo el equipaje. Cuatro plazas convertidas en ocho y si me apurabas hasta el perro nos podía acompañar a ver el mar, algo insólito para los que vivían en el interior. Tiempos de luz, alegría e ilusión. Sin colas de kilómetros a las entradas de las grandes ciudades y con mucha armonía entre las familias. Como cambia todo y se desvanece en nuestras memorias, haciendo de nosotros meros muñecos al toque de ¡vacaciones!, tratando de arañar esos días hasta el final de las mismas. Hoy se convierte en una hazaña. Con una radio conectada a la única cadena existente y de la participábamos todos, niños y mayores. La comunicación era compartida, hasta que aparecieron los Mp3 y los móviles. Hasta que los controles son más estrictos en las carreteras y sobre todo la velocidad es la prueba de nuestro poder sobre las máquinas. Aquellos coches del pasado donde la ilusión, el amor, y la aventura conformaron las secuencias más maravillosas de nuestras vidas.