
R.B.
La ciudad de Barcelona es un lugar agradable para pasear, contemplar su arquitectura y disfrutar de edificios emblemáticos que han hecho de su historia todo un referente en arte y diseño. Desde los más afamados pintores hasta sus más vanguardistas hombres de letras, cocina, moda o música. Llegar al nivel es cuestión de honradez y moralidad en todos los aspectos.
Creerse por encima de otros es el camino más rápido para caerse de esa escalera frágil de la avaricia y de la soberbia. Razones por las cuales nunca debemos escupir hacia arriba, lo tengo dicho, porque no sabes donde te vas a dar el trastazo. Si hay que cumplir hay que cumplir, con todas las letras y todas las condiciones. Pero esperar hasta el último toque de queda es aventurarse a salir trasquilado del evento. No hay razón para esquivar una orden y obedecerla. La justicia es igual para todos y hay que colaborar siempre con ella. En esta cacería, no de zorros al estilo ingles, sino de cuentas pendientes hay que ser coherentes a nuestras palabras y a nuestros juramentos. No nos puede entrar la pataleta cuando estamos a la puerta del dentista. Somos adultos y responsables. Dejemos que las estructuras no se caigan y comencemos a creer que con unos buenos cimientos las adversidades no podrán con ellas. Y eso sí, disfrutemos de esos momentos que nos deparan los buenos paseos por la bonita ciudad, de numerosas torres y fachadas, de esos paseos y en la que el arte se hace presente en cada una de sus esquinas.