España, nuestra nación, nuestro país, es algo que últimamente se convulsiona a la vez que divierte por tanto acontecimiento y tanta corrupción. ¿A donde hemos llegado para situarnos en un escalón tan bajo frente a la autoestima de los españoles y la conveniencia de los demás países. Nos hemos quedado en un punto ilógico que no avanza, que no crece de esa condición que siempre hemos mostrado al mundo. Por un puñado de chuches vendemos a nuestros padres si es necesario. ¿Cómo va a ser eso? Es que las conciencias se han visto atacadas por algún mal o por el contrario hemos perdido toda moralidad, dignidad y condición de país, cuna de las artes, la ciencia y la singularidad. No nos estamos dando ni cuenta del entramado en el que estamos metidos hasta las trancas, ya que solo interesa el «poder» dañino, calculador en esa merienda de negros en la que hemos caído. La «Voz de su amo» ya no es una voz sonante que dirija y consensue el bienestar de los ciudadanos. Del primer término ha pasado a un segundo y solo muestra su cabeza en los grandes acontecimientos, frente al mundo, a las cámaras y en las cumbres. Por lo demás la voz de ese amo dice lo que le dicen y va donde le dicen, salvo en determinadas circunstancias en las que, ni el plasma, ni la agenda, ni la seguridad llegan a ser condicionantes para que sea ella solita (la voz) demuestre de una vez por todas lo que los tribunales desean escuchar de su boca. En nuestra España de guardería todavía quedan muchas gavetas que abrir, muchos recreos por vivir y también muchas pataletas que gozar porque el camino es estrecho y los resultados muy condicionados. Lo único que está a favor del pueblo es el tiempo y como en todo la edad juega un papel muy importante, además de la actitud. Hay que crecer por dentro si ya hemos crecido por fuera. Y la evidencia es bien clara.