Estamos en el aire y apenas intentamos crear esa escalera de sujeción que nos impida caer. La información vuela por los pasillos de internet haciendo presa de nuestras emociones, de nuestros sentimientos y sobre todo de nuestros miedos. La locura mundial es como una epidemia de acontecimientos que no podemos casi controlar y aún así absorbamos ansiosamente todo cuanto lleva impreso. Nos hemos acostumbrado ya a la incertidumbre, al vivir en el límite de nuestras actuaciones sin importarnos la causa ni el daño colateral que podamos hacer a los demás. Vivimos en ese aire contaminado de la corrupción, del fanatismo y de la xenofobia. Nos vanagloriamos de poner el pie siempre sobre aquel que tenemos enfrente para sobresalir. La agresividad marcha a nuestro paso con la máscara de la seducción y la educación se lamenta cada vez que intentamos descubrirnos a nosotros mismos. Somos el resultado de la vaciedad y la desidia porque ni siquiera somos capaces de entendernos ni entender lo que sucede. Sobrevolamos las crisis sin mirar hacia abajo porque nos creemos seguros siempre de lo que hacemos, pero cuan lejos estamos de la victoria y de la realidad. Prefiero aquellos que, a merced del viento, sintieron como el aire refrescaba sus caras y nos permitía ver tolo lo inmenso y bello que el mundo tiene preparado para nosotros. ¿Qué hacemos entonces? Seguir siendo los mismos idiotas de siempre.