Desde Ícaro el hombre a retado siempre a las aves en su afán de atrapar la capa azul del cielo bajo sus alas. Numerosas son las artimañas que ha creado con tal fin y aún así continua buscando esa experiencia única que solo las aves poseen; mantenerse en el aire sin motor alguno. Los hay que añaden algún que otro mecanismo para desplazarse, pero es el viento el encargado de desplegar sus alas y de hacerles vivir ese misterio «Volar». Junto a la torre de la iglesia un parapente blanco se aproxima creando esa sinfonía de viento y de luz que baila en las alturas mostrando el paisaje a sus pies. ¡Quiero volar!. Tal vez estemos aun a años luz de conseguirlo realmente como los pájaros. Pero el hombre seguro que no dejara en su empeño por conseguirlo.