Las cosas se suelen ver de distinta manera cuando permanecemos encerrados en nosotros mismos sin dejar opción para el intercambio de ideas, problemas y acciones. A veces nosotros mismos nos creamos esa soledad que envenena y absorbe. Desde nuestro refugio no vemos sino lo que nosotros creemos que es lo mejor y no hay vuelta de hoja para dar una oportunidad a los demás de demostrarnos nuestra actitud. En los momentos de crisis es más importante que el conocimiento. Sin la amistad el mundo es un desierto porque la verdad es la hija del tiempo y no de la autoridad. Dentro de nuestro castillo siempre nos encontramos seguros de los demás pero no de nosotros mismos. El hombre necesita del hombre para vivir, crear y perfeccionarse. Mientras esas ventanas permanezcan cerradas a la luz, nuestros ojos se irán secando a la vida. No hay rincón en el mundo donde el sol no pueda llegar, por muy aislados que estemos y por muy ocultos que nos sintamos. Fuera de los muros de nuestra existencia está la clave de todo progreso. Cuando no añadimos nada a nuestros conocimientos los disminuimos y no hay nada más dañino para una nación como que la gente astuta pase por inteligente. Al borde del alféizar de esa ventana debemos aprender a crear esa ocasión y no esperar a que llegue, o sería demasiado tarde.