Voy a pensar un poco, porque a veces esa rutina invasiva que nos revuelca diariamente no nos proporciona un minuto para pensar. Pero ¿pensar en qué?. ¿En lo que tengo que hacer mañana o a la semana siguiente?. Tratar de encontrarnos con ese minuto perfecto dentro de la imperfección del día a día es sumamente difícil. Y más aún en los tiempos que nos ha tocado vivir porque más bien se asemejan a ese cómic desnudo y carente de lógica en el que la inocencia se esfuma entre los ángulos de sus coloridas páginas. Hoy no hay tiempo para ese baile a solas con la propia soledad para recuperar ese minuto perdido y hacernos hueco en el pensamiento llano de las cosas. Pensar, saber donde estamos y crear ese puente de lucidez que una vez entendido es más fácil cruzar. Todo los días son buenos para pensar. Aunque estemos abatidos o preocupados porque en los vértices de cada minuto podemos desgranar las infinitas posibilidades que tenemos en nuestras manos. Ni subiendo a las cumbres más altas ni bajando a los océanos más profundos llegamos a descubrir lo que realmente está frente a nuestros ojos.