Blanco y rojo que nos hace saborear el buen gusto por los placeres de la vida. ¡Cómo nos cuesta pelar esa cebolla sin derramar una lágrima! Y después que ricas están. Des huerto a la mesa y al plato para recordar una y mil veces lo hemos sufrido tratando de quitarle las capas. La combinación perfecta para un buen pisto o guiso que desde nuestras abuelas hemos ido aprendiendo y perfeccionando hasta darle nuestro toque personal. Y la ristra de ajos no nos deja indiferentes a los que por norma solemos hacer algún que otro salmorejo para condimentar. Al final eso es lo que nos llevamos todos, el buen comer y el disfrutar junto a los amigos. Lo de la tierra lo mejor, y si encima salen de nuestro propio huerto el acabose. No hay nada como recorrer esos lugares donde el hipermercado aún no ha llegado y las ventas de toda la vida nos aportan todo lo necesario para nuestro mantenimiento. Qué lejos están aquellos años que íbamos a buscar en ellas ese saber y ese sabor del recuerdo.