Y volvió a suceder en la noche del día 2 de enero de 2018. Apenas habíamos cruzado el umbral que separa la tarde de la noche cuando irrumpió junto al Macizo de Anaga y sobre un mar en calma con su naranja presencia. En esa plenitud arrogante y cautivadora que hechiza a las cámaras y a quienes son fieles testigos de su magnificencia. Como puntos de luz mirando a un negro cielo los barcos quedan suspendidos de su magia mientras la «superluna» va elevándose lentamente como un broche de ámbar brillante sobre el manto de la noche.