Campanillas que abren sus bocas entre la espesa nieve. Pero aún así no pierden su color, no esconden su belleza entre la desnudez del paisaje. ¿Quizás haya algo más sencillo y tierno que esta estampa? Difícil sería que el hombre renunciase a muchos de sus adornos, a tantos tesoros acumulados que a la larga solo se convierten en pesados equipajes y del que un día, el menos esperado, tienen que dejar atrás tantas riquezas. No en vano es difícil acostumbrarse a renunciar de lo cómo, de lo brillante, de lo envidiable. Muchos se suelen dar cuenta demasiado tarde cuando ya no nos necesitemos si no a nosotros mismos y a ese ser que camina a nuestro lado . Todo se reduce a eso, a vivir con dignidad y sapiencia. A superar los obstáculos que se nos crucen por el camino y a desarrollar cada día esa belleza natural que todos tenemos y que tan poco apreciamos ni valoramos. Esas flores de invierno que un día eclipsaron la mirada de muchos siguen siendo igual de deslumbrantes entre la fría nieve.