La sabia naturaleza sabe muy bien poner nuestra tención a su servicio. En estos días fríos de un mes de febrero, escurridizo y capricho, donde las nieves han hecho acto de presencia en las cumbres del Teide y donde todavía existe una ilusión escondida en el pliegue de los disfraces de Carnaval. Observamos el panorama lleno de encanto a pesar de ser un día gris en el que todavía encontramos ese sabor ausente de la viña y el color errante de otros días por venir. Vemos el mar y éste nos contempla a nosotros desde la altura donde nos encontramos porque para él no hay esquinas y solo en él se pueden escribir las frases más bonitas. Lejos, el sonido de las murgas carnavaleras  y el desquite de unas horas donde todo se viste como en el teatro del mundo se representa el todavía no descubierto número de los sueños. Quizás pronto ese paisaje «entre viñas y frente al mar» se vea pincelado por mundos de sol, de luz y de mucha vida para que ésta camine al unísono de ese futuro que todos estamos buscando.