Vivimos inmersos en la tecnología más avanzada. Intentamos atrapar ese momento y el siguiente de una forma desenfrenada sin apenas dejar paso a ese instante entre fotograma y fotograma. Pero la vida se conforma de recuerdos y estos hay que digerirlos y adecuarlos para que no se conviertan en una montaña de instantes vividos y que apenas nos dejaron huella. La aceleración de la sociedad nos está haciendo pagar un precio bastante alto por todo esto y en las hemerotecas duermen instantes de la historia que aún hoy siguen vivos pero olvidados. La fotografía es vida y no un solo chasquido del disparador. Hay que dar sentido a ese segundo que quedará atrapado en la cámara. Porque son como los sueños que nunca desaparecen siempre que las personas no los abandonen.