El Teide posó para aquella cámara procelosa de tanta magnificencia, de toda esa singularidad que un buen fotógrafo busca encontrar en lo inaccesible. El día perfecto y el momento idóneo para atrapar lo que no siempre nos deja ver ese volcán y su misterio. Allí arriba ya se atan brisas primaverales y los tajinastes saben que pronto serán el reclamo de cientos de objetivos para inmortalizar un año más su particular y corta existencia.