Término derivado del latín «soror», hermana. Está siendo utilizado cada vez más entre los temas relacionados con los problemas de género. Antiguamente las mujeres compartían muchas más cosas que ahora. Las generaciones más mayores daban consejo a las nuevas y se las respetaba. Éramos como más brujas. Artesanas de la naturaleza y los saberes antiguos que se reunían en aquella «Tienda Roja»para compartir historias, problemas y enseñanzas. Pero la sociedad actual muy poco es lo que nos permite recobrar de nuestro poder como mujeres que se nutren entre sí y sobre todo que nutren a los demás. Donde juntos somos mejores que en soledad y aunque no se vea así el mundo necesita de nosotras.  Pero esa conciencia se ha perdido y ahora intenta brotar de nuevo. Pero no solo las marchas, las manifestaciones, las asambleas pueden llegar a crear ese vínculo en el que nosotras tengamos la misma cabida que los hombres. La desigualdad existe y seguirá existiendo mientras haya esa diferenciación. Escuchamos historias horribles y seguimos añadiendo cifras a esa cadena de violencia que a diario salpica a la sociedad.  La sororidad va de dentro hacia fuera reparando esa feminidad deteriorada.

Apoyo, coexistencia y solidaridad frente a los problemas sociales. Un valor que restaurar y la imperiosa necesidad de crear vínculos y alianzas entre las mujeres. Más tarde pasaremos a impulsar una transformación real de nuestra sociedad. Solo se exige un ejercicio de crítica y de autocrítica constante. No esperar a una próxima manifestación de condena por otro acto de violencia de género, por otra infravaloración laboral. Hoy puede ser el primer contacto para empezar. Solo es cuestión de querer hacerlo, nada más.