Nos quedamos perplejos cuando la realidad supera más que con creces la ficción. Esa ficción del siglo 21 que nos está haciendo insensibles frente a nosotros mismos. Porque nadie está exento de cualquier trauma, desgracia o pena. Son muchas la calamidades que existen pero quizás las más importantes son aquellas en las que el hombre se pone frente al hombre, Como humano, como persona con todas sus circunstancias y donde el corazón se hiela y se confunde frente a dichos acontecimientos. ¿Cómo es posible juzgar a quienes intentan salvar una vida? ¿Cómo es creíble ignorar cuando la violencia se hace dueña de la voluntad de alguien? Se dice que el motor supremo de la historia es la lucha de las clases, ¿qué clases?. Cuando hay lucha no existe perdón. Miles de personas deambulan en estos momentos por los campos de refugiados y otros tal vez estén subiéndose a una barca para cruzar el océano. No hay sentido que estemos hablando mientras otros se juegan la vida por existir. Todo es irreversible en este mundo de tontos autómatas que se confunden en lo que realmente no deberían. En el cuaderno de rutas de cada persona, de cada país, de cada comunidad hay un trazado unánime para alcanzar un bienestar común, pero en ese viaje a ninguna parte no están expuestas las razones solamente los deseos de supervivencia. ¿Cómo ignorar lo que realmente existe? Tal vez mirando más allá de lo que vemos podremos encontrar una respuesta.