Las buenas cosas ocurren todos los días, solo que la diferencia entre un buen o mal día es nuestra actitud. Perderse entre las esquinas de las horas y visualizar en ella lo que de ellas nos hemos enriquecido. Entre los senderos del mundo siempre se crean puentes de concordia para hacernos más llevaderos los momentos penosos. En una país que llama a gritos el consenso, la buena actitud de sus gobiernos y crecimiento de creer y de crear nuevos horizontes nos está llevando hacia desfiladeros peligrosos de los que no es fácil salir. No queremos reconocer nuestros fracasos pero tampoco deseamos curar nuestros errores. Siempre está ese puentecillo que nos sirva de herramienta útil para hacernos con la verdad. Cuando se ha perdido el don de la humildad ya nada nos parece maravilloso. Siempre querremos más y más a costa de lo que sea. Respetar las señales de la vida en todo su concierto pasan al lado nuestro y ni siquiera las miramos. A un año vista las elecciones europeas nos sentaremos frente al interrogante de «Europa sí o Europa no» . Quizás sea el momento de replantarse una nueva reválida para empezar de nuevo. Frente a un escenario poco alentador hoy ya estamos viendo como las gritas de aquel proyecto común se encuentran cada vez más abiertas.