Estamos muy acostumbrados hoy en día a escuchar la palabras «viral» y se nos antoja de repente a algo relacionados con las nuevas tecnologías. Cierto pero no ahondamos demasiado en su importancia y sobre todo en sus consecuencias. Las palabras nos traicionan y los hechos también. Las imágenes pueden llegar a ser nuestra sentencia y todo aquello que nos ellas nos impliquemos al final serán nuestros jueces y también nuestros verdugos. Nada se tienen en cuenta hoy cuando tomamos el móvil y hacemos fotos de todo aquello que se nos pone en nuestro camino. Hasta nos retratamos a nosotros mismos una y mil veces para después enviarlas a nuestros amigos. No sé muy bien que sacamos de todo este teatrillo porque con ella nos podrían llegar a hacer mucha pupa. Se envían y se cuelgan imágenes íntimas que una vez ahí, en las redes, ya no hay vuelta a tras. ¿Dónde se ha ido la creatividad de una buena foto? De ese momento que queremos perpetrar en nuestra memoria para siempre. Lo viral se propaga y se extiende con la rapidez de un virus y cuesta mucho ponerle freno. No deslumbremos a nuestra cámara en lo que vulgarmente nos encontramos por el camino. Siempre hay un antes y un después de ese clic y es inteligente pensárselo un poco.