
Rafael Barreto. Jerusalén.
Todos andamos todavía desconcertados por ese invento del cambio de hora. Para muchos la oportunidad le viene como anillo al dedo pero no siempre llueve al gusto de todos. Cada zona del planeta goza de su horario ambiental para el bienestar de su naturaleza y ecosistemas. No podemos cambiar el rumbo del planta según unos quieran o no. El hombre se ha convertido en el manipulador del cosmos, el artífice de las enfermedades y el dictador de los derechos de los hombres. Y todavía queremos cambiar las horas de sol según nos plazca. Hoy nadie esta exento de ser cómplice de esta descoordinación universal que lleva a la humanidad al fracaso. Nadie piensa desinteresadamente porque lo único relevante es hacer caja y los demás que sufran las consecuencias. En este mundo desnortado se inventan carreras para solapar los fraudes de la humanidad y el deterioro de los valores humanos. Quizás durante todo este tiempo nuestros relojes estén más parados que nunca porque no somos capaces de sincronizarnos con los demás. Cambiar la hora es el infantil juego de quienes todavía se creen los dueños de este mundo, y aún así el resto del otro mundo no se da cuenta de ello.