Es inherente al proceso de desarrollo. Es llegar a ser la persona para la que fuiste creado. Ser uno mismo y saber que el momento de la verdad nos hace libres. Igual que esta flor que se siente en libertad y es entonces cuando nos muestra su mayor tesoro. Esa presencia que emerge desde el agua de la fuente y por un par de días nos regala su belleza. No puede haber verdad sin autenticidad y las cosas autenticas no necesitan disfraces ni maquillajes. Las experiencias, el conocimiento y nuestra lucha por conseguir lo que de verdad deseamos son los pilares que conforman nuestra personalidad. Imagen cedida por María Yanes, Tenerife.