La vida es como el tiempo. Ese que nos condiciona tantas veces y no podemos hacer lo que nos apetece. Pero también la hace más llevadera porque si siempre estuviéramos con todo solucionado y en un estado de máxima placidez nos consumiríamos de tanta inactividad. Por eso el tiempo, nuestro tiempo, nuestra existencia, corre como las nubes e intercepta ventiscas y chubascos. Soles y atardeceres, declives y resurgimientos. «Nadie tiene derecho a llorar sobre nuestros sueños». Únicamente el tiempo con sus avatares y sus alegrías. Siempre hay un momento en el que podemos llegar a ser capaces de cambiar su rumbo y es cuando verdaderamente sabemos hacia donde ir. «Hoy las nubes vienen flotando a mi vida, no para traer la lluvia o acompañar la tormenta, sino para agregar color a mi puesta de sol».