
El mar se nos muestra en estos días más blanco y limpio que nunca. Hasta los canales de la vieja ciudad de Venecia se reflejan en las transparecia de sus aguas. Calma y silencio entre las callejuelas tan llenas de misterio y de historia. El mundo reposa y está a la expectativa. Los grandes ideas van abriendose paso entre los pasillos de los hospitales repletos de personas que luchan contra el malvado virus pero aún quedan muchos obstáculos para que la mente humana pueda llegar a comprender que cualquier iniciativa es buena. Eso si haciendo siempre las cosas bien y no publicitando esa insolidaridad de la que muchos hacen gala. Que corto es el camino para darse cuenta de lo imbéciles que son estos héroes cobardes y de a pie que solamente se doblegan cuando la situación esta al límite. La estupidez humana es enorme y más de uno lo demuestra en estos momentos. El mundo está preso de una amenaza que poco a poco irá venciendo pero que sin lugar a dudas nuestra mejor arma es la pulcritud frente a ella. ¿De que nos sirven tantos adelantos si al final «el agua y el jabón hacen milagros»?. No seamos como esos listos que nada saben y sin embargo nos quieren dar lecciones. El confinamiento y la pulcritud serán los mejores antídotos.