Volver la mirada pero en ningún momento volver sobre nuestros pasos, así se hace el camino hasta donde nos lleva ese anhelo de encontrar algo distinto puede resultarnos reconfortante. A través de las nieblas subimos hasta la corona forestal para introducirnos en ese mundo de sol, cielo, verde y silencio. Con el mar de nubes a nuestros pies ya parece todo bien distinto. Nos hallamos en esa ausencia de perturbación y descubrimos la ecuanimidad más perfecta en la cual no reaccionamos, no hacemos nada, solamente observamos. En el Parque Nacional del Teide sobra todo lo demás.