El tiempo camina acompasado hoy cuando las altas temperaturas nos envuelven a la vez que nos amenazan. Momentos que quedaron agazapados en los recodos de ese tiempo pasado y que hoy más que nunca nostalgicamente nos pone en aviso de lo que vivimos y sentimos. Pero todo parece ser que marcha lento aunque el reloj siga dando las vueltas necesarias para pasar del día a la noche. De la semana al mes y aún así tenemos la necesidad de diversificar esos instantes comunes o reservados a la hora de proteger nuestros tesoros. El tiempo ha cambiado y mucho y los meses de julio no son los mismos que hace años se vivían con verdadera ilusión. Todo cambia menos el tiempo porque él sigue siendo el mismo estemos donde estemos. Ese juez que nos marca el camino de la expansión y del recogimiento. Desde aquí y hasta esas lunas que aparecen en nuestro horizonte y que jamás nos habían sorprendido de tal manera. De esas catástrofes naturales que nunca hubiéramos creído que sucedieran y sin embargo cada día son más frencuentes. Y de ese cambio del hombre para con el hombre mismo que todavía no ha evolucionado lo suficiente como para creer en él y en los demás como seres de igual a igual. ¿Qué le pedimos hoy al tiempo? De la posesividad viene la necesidad y del desapego la satisfacción. ¿Seremos algún día capaces de llevarlo a cabo? Cuando el tiempo juega su papel irremediablemente todo llega a ponerse en su sitio. Y el hombre está llamado a verlo con sus propios ojos.