El espacio se ha convertido en algo que vale oro en estos momentos. Estamos aprendiendo a vivir nuevamente y todo aquello que habíamos hecho hasta ahora nos pude propiaciar muchos problemas. Pero si vamos mucho más allá de todo este engranaje de medidas y de tiempos,de aforos y de prohibiciones, el mapa pinta complicado. Nos estamos convirtiendo en aprendices de una nueva forma de ser. Y como tal la causa de muchos de nuestros conflictos se fraguan en esa sucesión de deseos que en la línea de los opuestos nos provoca reacciones incívicas y salidas de tono. Frente a todas esas respuestas estamos las personas que con nuestra forma de ser o de pensar podemos desarrollar un camino propicio hacia la normalidad o por el contrario diseñar un panorama salpicado de cementerios y de tristeza donde la razón jamás estará a nuestro lado. En esta vulnerabilidad que ahora nos abraza frente al futuro, el sentido de la impotencia se va haciendo cada vez más grande y viendo la inanición de nuestros gobiernos y la falta de compromiso por su parte observaremos ese inicio de clase como la prueba del algodón que ni tan siquiera hemos desmenuzado en sus pros y en sus contras. Y yo me pregunto ¿enviarán nuestros políticos y jefes de Estado a sus hijos tan ricamente a la escuela? No quiero ser mosca cojonera pero intuyo que la intención no va a ser esa hasta que haya más seguridad. Entonces llevo yo razón en pensar que la inanición está servida y como todo lo sucedido hasta hoy ha sido «para salir del paso». Algo falla, no cabe la menor duda. Creer en algo o no, y yo creo que «NO» es lo que se demuestra. Lo que verdaderamente ata es el creer y la palabra no es lo real. ¿Puede entonces la mente estar libre de la palabra? Cuando se demuestre la verdad estaremos en el camino correcto.