
Cuando el otoño ya se ha sentado cómodamente entre nosotros el mensaje del viento y declive de la luz cobran protagonismo en los montes, en las cañadas, en el devenir de esas pisadas de silencio que se escuchan a través de los gritos de los ciervos. Tardes frías que invitan a apresurarse para coger ese asiento de primera y vivienciar el espectáculo de la berrea, del cortejo por hacerse con la mejor de todas. La naturaleza es sabia en actitudes y muy prudente en confiar al hombre su misterio. Saben que no a todos gusta el saborear ese privilegio o entenderlo aunque solo sea el silencio que tanto nos dice y que en muchas ocasiones nos asusta. Pero todo habrá que verlo con la mirada y no con la intención. Sin pronunciar palabra, solo mirar para que el espectáculo del monte, de la cañada o de la sierra se enaltezaca con la sabiduría que conlleva el milagro de la naturaleza.