
A media tarde de ayer el gigante intuyó que se aproximaban vientos huracanados. Y sin pensarlo dos veces sacó su sombrero. El sol picaba más que de costumbre, lo cual era una señal de que este idílico momento no tardaría en desvanecerse. Y así sucedía horas más tarde

Aunque el sol nos regalaba un ocaso expléndido desde la playa ese gigante silencioso ya tenía puesta su gabardina y su capucha. Lo demás ya veremos como termina, porque estamos en pleno baile con Bárbara y no sabemos las consecuencias que tendremos.