
Las galaxias se mueven a su antojo. Ni tampoco las estaciones rondan a la tierra. ¿Por qué el hombre es el único que se antoja hacer lo que le vienen en gana para beneficio propio? No es justo que mediante el poder podamos robarle la vida a nadie ni tampoco su libertad de expresión. Los seres humanos somos únicos y por mucho que otros intenten hacer de los demás un ejercito a la orden de, nunca lo conseguirán. No sin razón estamos autorizados a manipular a nuestro libre albedrío a quienes nos dieron poder para defendernos porque mediante un voto no nos vendemos solamente delegamos en alguién y eso nada ni nadie lo puede cambiar. Hubo un tiempo en el que se hablaba mucho de las castas y sin embargo hoy casi todo están inmersos en ellas haciendo de sus cargos la coraza para crear esa distancia en la cual todo vale mientras lo haga yo y para mí. Recuerdo con nostalgia a la vez que con cierta preocupación aquellos corros que se hacían en los patios de las escuelas y donde todos danzabamos al unísono sin derecho a protestar. No han pasado demasiadas décadas de aquellos pasos tempestuosos porque siempre nos ha quedado el olor a patio y el sabor a protesta. El remanso de una tarde de lectura donde descubrías mucho de lo que ya no entendías y sin embargo parecía estar atado a tí para siempre. No sin razón el cambio climático nos afecta a todo el planeta y seguimos dando con el mismo sainete. La razón es el límite donde todo se evalúa y se comprende pero en ese camino de la sinrazón se ocultan muchos trozos de aquellos días en aquellos patios de la escuela desde donde el crecimiento moral del hombre quedaba tallado en su manera de ser.