
Encontrar ese talismán es en ocasiones una tarea dificil. Siempre habrá algo que nos supere y nos reclame mayor atención. El hombre es en cierta medida un aprendiz de deseos y un infelíz por sus fracasos. Le damos demasiado valor a esas cosas que no son necesarias y que nosotros mismos las creemos imprescindibles. La envidia es un deporte muy arraigado entre las civilizaciones y desde ahí la naturaleza humana se va deteriorando poco a poco hasta hacernos totalmente infelices. Pero las pequeñas cosas siempre han estado ahí, y pasamos de largo por ellas mientras no sufrimos algún descalabro que nos hace confesarnos con nosotros mismos. Pero no todos dan valor por igual a esas pequeñas cosas porque no siempre la sensibilización hacia aquello que nos rodea carece de ese punto de cocción. Las personas altamente sensibles llegan a sufrir demasiado cuando ven la indiferencia, el desagradecimiento y el orgullo de quienes tienen el valor de creerse más. Lo pequeño existe siempre y cuando le demos la verdadera importancia que tenga. Bien sea en beneficio propio o en la sociedad. Desde ahí las pequeñas cosas son las que crean grandes maravillas.