
El clásico y viejo continente europeo vive adormecido por sus implicaciones sociales, laborales y económicas que sin lugar a dudas y no a muy largo plazo, crearán espacios vacios que serán pasto de las grandes potencias externas. El bucólico continente tarda en reaccionar frente a la estrategia de los monopolios que lideran los países donde la geopolítica es ya una asignatura cum-laude. Depender de otros está ya a la vuelta de la esquina y mientras nos entretenemos en cuestiones banales el terreno se acorta y las soluciones caducan. Los enfrentamientos a nivel mundial de los estados son ya la carta de presentación de la actual situación que vive el planeta y que nos aboca irrepediablemente a tener que depender de otros. Los poderes políticos son ya las munuciones utilizadas para lograr dichos fines. Se antepone todo a las cuestiones de poder mientras la humanidad camina por espacios sin sombra y desprovista planes de recuperación. Los países pobres se hacen más pobres y dependientes mientras que el derroche y la fantasía amoral de muchos estados hinca las uñas en la vulnerabilidad de pueblo. Hoy ya no se siente como antes, con el corazón, ni tampoco se procura escuchar a quien necesita ser oído. Pero tampoco se implican en desmantelar esta fortaleza que se ha ido creado con el fin de desmembrar a los pueblos, dividir a las personas y engendrar el caótico mundo que poco a poco se nos va engullendo a todos. Tarde sería si todavía no nos hemos dado cuenta del pronóstico que tenemos frente a nuestros ojos. Siempre hay que dejar esa ventana abierta con un hilo de luz para poder ver el otro lado de la misma.
