
Saber extraer la esencia misma de la vida nos hace crecer y hacernos mucho más seguros de nosotros mismos. Como una tabla que baila frente al viento la sociedad intenta escabullirse de una realidad tan cierta como ese sol que despunta por el mar frente a la bahía de Santa Cruz de Tenerife. Por otro lado nos amarramos la soga a la cintura intentando no ser arrastrados por los acontecimientos que bordan el diario ir y venir de los hombres sumidos en su más profunda ignorancia de no querer hacer bien las cosas. ¿A qué tememos realmente negando que un nuevo ciclo en el transcurrir de la vida ya ha parido la nueva y temerosa realidad? Pero bien, no tendríamos que aferrarnos solamente al miedo y a la incertidumbre sino más bien en dósis equilibradas de esperanza y de estímulo para no seguir cayendo en huecos sombríos de monótonas realidades. Estamos frente a un cambio al que rechazamos y del que poco sabemos, pero si no miramos de frente el reto que se nos muestra hará de nosotros puros observadores de un tiempo que pudo ser y no fuimos capaces de aceptar. Busquemos la luz de ese despertar igual que el sol se abre paso entre las ramas para que el árbol no oculte su belleza.