Saciar la sed

Estamos metídos en esa espiral que siempre nos remite al «cambio climático» y tratamos de encontrar la solución idónea para intentar paliar las consecuencia de nuestra conducta frente a la naturaleza. Nefasta es la palabra que la identifica y por tal motivo nos va a costar un tanto llegar a estabilizar su deterioro. Nos ofuscamos en otras cuestiones y ponemos en peligro lo que realmente es importante, la vida, las condiciones y sobre todo nuestra manera de afrontar ese futuro tan incierto que cada día nos tiene más atrapados. Saciar la sed. La del sol, la de las montañas, la de los campos. Tarea difícil que no somos lo suficientemente responsables de hacer. La fuente mira al cielo abriéndose paso entre las copas de los árboles. Igual que si intentara robarle al sol su magnífica presencia a la vez que le ofrece la frescura de sus aguas. Hemos de buscar a través de los nubarrones de la vida ese resplandor que existe, hasta en los momentos más complicados, y saciar nuestra sed no con venganzas sino con la ilusión de porder estar frente a ese sol cada mañana. Sólo así el cambio será posible.

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