La cultura es el documento de identidad de un país y de sus gentes. Miramos hacia los lados y nos sorprendemos de muchas cosas que nos parecían tan lejanas que ni el tiempo ni las personas hemos sido capaces de borrar. Se suele decir que los mejores libros, las obras maestras están siempre colocadas en los estantes más altos para que nadie ni nada pueda arrebatarles su singular belleza. Cada país debe sentir orgulloso de sus raíces. De los pasos que han ido creando ese orgullo cultural que hace inmortales sus signos de identidad. Hoy todo sobra y de todo nos burlamos pero esos eslabones que intentamos anular de la cadena de vida de un país, de una época o de una moda son los cimientos en los que se basa su respeto y admiración. Quemar los libros porque sí es una reacción de cobardes. Un país en guerra puede cometer las mayores atrocidades con sus adversarios pero la herencia cultural no corresponde a aquellos que se ven atacados. Es patrimonio de la humanidad su conservación ya que quienes los escribieron grabaron a fuego la historia y la cultura de dicho país. Triste ver la locura del hombre cuando se pierde la razón y todo lo demás. La humanidad pedirá cuentas a aquellos insensibles que procurar anular las culturas anteriores en forma de venganza. El orgullo cultural no tiene color ni idioma, únicamente presencia y legado. Todo lo demás es barbarie y falta de moral. ¿Qué dirían Dostoyevski, Tolstoy, Gaudí o Cervantes, y todos aquellos nombres sin los cuales gran parte de la historia del mundo sería inenarrable. Arreglemos nuestros odios con la palabra y no con las armas y la destrucción.
