Flamencos

Quizá mañana ya no estarán deleitándonos con sus rosados cuerpos. Tal vez algún día intentaremos llenar espacios vacíos en los que había mucha vida. Todo concluye y también todo renace y nada de aquello que un día disfrutamos será visto con los mismos ojos. Flamencos, ese nombre que nos recuerda a música y a alegría. A sorpresa y también a decisión porque envuelven ese halo de singular belleza que no tiene copia. Pero el hombre se empeña codificar la belleza. En conservarla y no hacerse cómplice de ella porque en sus mentes solamente se albergan palabras como poder, ambición, riquezas y sin embargo todo eso ya nos viene dado desde la misma naturaleza. Color rosa y largas patas sobre los espacios acuosos de las marismas o los verdes jardines son una diminuta muestra del poder de la vida en sí. De la ambición de preservar ese tesoro y dela riqueza de de la oportunidad disfrutar de un lienzo inenarrable de la misma Creación. Miremos más y enjuiciemos menos porque es mucho más sencillo que crear laberintos y amurallar sensaciones. Todo está ahí.

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