La verborrea es una afición que se extiende sin mediar un ápice de cordura en ella, y sin al menos dignarse a una pequeña revisión de los términos a los que se hace referencia. Cuantas soeces escuchamos a lo largo del día en todos los medios y como si de un manuscrito se tratara se llegan a tomar al pie de la letra. Palabras redundantes que hacen del mensaje algo lleno de sentido, cuando en la gran mayoría de las declaraciones se trata de una reiteración, un insulto y tal vez una especie de monólogo que a nadie le interesa. Estamos cansados de tanta charlatanería barata. ¿Dónde están los eruditos que saben darle a cada frase su tono y a cada tono su correcto significado? Sí, señores hoy todo el mundo escribe un libro y para más inri se hace de oro, pero ¿realmente lo escriben ellos o no? Salen como rosquillas de las grandes editoriales y apenas se hace la presentación ya se prepara una segunda edición. ¡Nos hemos vuelto locos o tal vez el inmenso vacío que sentimos por nuestra condición humana cada vez más aislada no encontremos otro entretenimiento que ventilar nuestras miserias! La indigencia intelectual que brota de nuestras palabras cae en el efímero contexto de una sociedad sin sentido y huérfana de afecto, relación, ilusión y otros quebrantos que solo agudizan el freno hacia lo que debería ser nuestro proyecto futuro en la hoja de ruta de este nuevo milenio.