indigencia intelectual

La verborrea es una afición que se extiende sin mediar un ápice de cordura en ella, y sin al menos dignarse a una pequeña revisión de los términos a los que se hace referencia. Cuantas soeces escuchamos a lo largo del día en todos los medios y como si de un manuscrito se tratara se llegan a tomar al pie de la letra. Palabras redundantes que hacen del mensaje algo lleno de sentido, cuando en la gran mayoría de las declaraciones se trata de una reiteración, un insulto y tal vez una especie de monólogo que a nadie le interesa. Estamos cansados de tanta charlatanería barata. ¿Dónde están los eruditos que saben darle a cada frase su tono y a cada tono su correcto significado? Sí, señores hoy todo el mundo escribe un libro y para más inri se hace de oro, pero ¿realmente lo escriben ellos o no? Salen como rosquillas de las grandes editoriales y apenas se hace la presentación ya se prepara una segunda edición.  ¡Nos hemos vuelto locos o tal vez el inmenso vacío que sentimos por nuestra condición humana cada vez más aislada no encontremos otro entretenimiento que ventilar nuestras miserias!  La indigencia intelectual que brota de nuestras palabras cae en el efímero contexto de una sociedad sin sentido y huérfana de afecto, relación, ilusión y otros quebrantos que solo agudizan el freno hacia lo que debería ser nuestro proyecto futuro en la hoja de ruta de este nuevo milenio.

A modo de presentación

La mente es una corriente muy profunda en el centro y superficial en la periferia, igual que un río que tiene una   fuerte corriente en medio y aguas cristalinas en sus orillas. Ser adultos significa poner límites, defender nuestra postura y afrontar la pérdida de quienes no nos dejan ser quienes somos. No es no y sólo hay una manera de decir que NO. Viviendo cada día se nace cada instante y eso es lo que «El Gigante Silencioso» desea verter sobre esta página que se abre bajo sus pies a modo de diario íntimo con el mismo pensamiento.
Desde el «Realismo de la esperanza» o «Destruyendo recuerdos y regalando presentes»  al mensaje dirigido a nuestros políticos en «Líderes de la nada» que no siguen abduciendo sin darnos tiempo de respirar e imponiéndonos esas «Normas y formas» que solo a ellos benefician. La autoridad mal empleada o mal entendida destruye, pervierte y corrompe. Los sabios no ejercen la autoridad  como quieren hacernos ver y quienes la tienen no son sabios. La autoridad es servicio y no mera imposición del más fuerte sobre el débil. Expandir nuestros pensamientos con la libertad de ese puñado de arena puede sentar las bases para que esta nueva etapa del Gigante Silencioso sea un punto de partida hacia nuestros sueños un nuestras autenticas aspiraciones.