El viejo continente se ciñe los tirantes para no venirse abajo. En un mosaico repleto de rendijas que se abren bulle una realidad a punto de salir a la superficie. Europa necesita ventilar sus cortes y escuchar a sus cortesanos. Lejos han quedado ya pasajes que hoy recordamos como nefastos pero que en la memoria del tiempos nos lo recuerdan. Hábitos que se están quedando obsoletos y costumbres que necesitan de una puesta a punto para afrontar los tiempos difíciles que se le avecinan. Estancarse en el tiempo es sinónimo de vaciedad. Cuando las ideas están caducas y las potencias políticas intentan continuar con su engrandecimiento no hay cabida para el orden y la sensatez. Un continente lo construyen los hombres que en él habitan y no aquellos que están siempre por encima vanagloriándose de sus hazañas. En este siglo 21 donde todo está por hacer y donde casi nada de lo que hubo puede ni debe rascarse de las paredes de este viejo continente porque solamente aportarían un desastre mucho mayor. Las cosas suceden porque tiene que suceder así y cuando lo hacen debe Aires fresco para encontrar la mejor oportunidad . Con esta camisa rasgada el viejo continente se está convirtiendo en una ciudad dormitorio por la que todos pasan camino de lugares mejores. Si no llegamos a ser conscientes de ello por un momento los escombros harán que se venga a bajo.