Cuando el 1 de noviembre de 1993 entró en vigor el Tratado de la Unión Europea surgió un mosaico de color que se presentaba a los ojos del mundo como el inicio de un proyecto en común de todos los países que la conformaban, aunque hay que tener en cuenta que la Unión Europea nace mediante el Tratado de Roma de 1957, lo que en principio fue la Comunidad Económica del Carbón y del Acero (CECA). Desde 1993 se fueron incorporando otros tantos países, especialmente, de la Europa del Este..
Como ocurre en todas las empresas, al comienzo todo va bien pero después no todos cumplen estrictamente con sus obligaciones en ese proyecto en común. Del asombro a la incertidumbre. De las buenas intenciones al trabajar y beneficiarse para uno mismo. Todo un arsenal de medidas opuestas, de interrogantes diversos y de cerrar fronteras frente a problemas, como la emigración y la distribución de recursos de forma equilibrada. Cierto es que no en todas las cruzadas siempre ha habido débiles y fuertes. Ese es uno de los riesgos a correr pero también hay que dar ese toque de atención, no al final cuando todo esté perdido sino a medida que esos deslices se produzcan.
Nos evitaríamos muchos sobresaltos y no todos pagarían por los fallos de los demás.
La colmena se rige siempre por una reina y ésta marca las directrices, sea cual sea su origen. Pero la verdad es que siempre habrán vencidos cuando los intereses viajen por encima de los ideales. Las luchas debilitan a todos y a cada uno de los que forman parte de ella. Las mieles del éxito nos gustan a todos y el fracaso lo arrimamos a un lado sin pararnos a pensar por un momento que somos cómplices de él. Madurar no es hacerse mayor sino ser conscientes de lo que somos y de lo que hemos creado:» Son tres las formas de cultura: la mundana o el simple acopio de datos. La religiosa, que sigue determinadas reglas; y la superior, basada en el desarrollo» (Hujwiri). A un panal de rica miel dos mil moscas acudieron y por golosas murieron presas de patas en él.