Tajinaste rojo

El espectáculo de la naturaleza se nos muestra en sumisa elaboración de esos bellos perfiles que apuntan al cielo. Como flechas demandando la admiración de los paseantes sucumben ante la mirada del gigante cuando estalla la primavera en la Isla de Tenerife. Su belleza es tan efímera como la noche y las estrellas fugaces pero siempre permanecerán dormidas bajo el manto de los días y el acontecer de las estaciones. El próximo año elevarán sus cuerpos como lanzas en grana que, desde la noche de los tiempos, configuran la melodía y el reclamos de cuantos subimos a contemplarlos. De aquí a esa eternidad que descansa en nuestras manos y que vive de tal manera para hacer que siempre quede algo de nosotros en ella. Destrabando del tiempo esos puntos en rojo que salpican el Parque Nacional del Teide, junto Valle de Ucanca y sus roques emblemáticos. Donde la Furia de Titanes deseó emular al gigante cuando ya todo estaba estructurado en la natural belleza de las islas, y frente a los ojos que aún hoy permanecen en la bruma de los sentidos no saciados.