Paseando por La Laguna

Recorrer la calles de La Laguna es encontrarse con el olor a sus gentes, a su historia, a su luz y a sus pisadas. Tropezarte con gentes de aquí y de allá sin que por eso existan distancias en el tiempo o en la lejanía. Rincones que nos descubren, nos hechizan y también nos sobrecogen por la idiosincrasia de sus estancias y de sus historias. Sobre los adoquines de sus calles peatonales podemos sorprendernos con algún palacio, un convento o una casa laguna de las que hoy van restaurando para no perder su elegancia. Pero sin lugar a dudas existe un rincón del que todos tienen referencia y al que todos recuerdan y visitan. «El camino largo» .
Antiguamente llamado «el Camino de los estudiantes» porque era el lugar de encuentro de los mimos. En el año 2013 dicho enclave cumplió la friolera de 150 años paseando con nosotros y con todas las generaciones que le han conocido. En 1908 el Ayuntamiento aceptó el cambio de nombre y fue en 1918 cuando se encargó la redacción de un proyecto que permitió trazar tres calles y zonas ajardinadas. Junto a la Vega Lagunera se expande su silueta. Entre dos filas de palmeras que custodian tantas historias, tantos recuerdos que aún hoy se suelen representar ante nuestros ojos, como anilla que luce la primera de las palmeras del camino en honor a una joven dama que vivía por allí.

Reportaje gráfico: Hanah Valentín.

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Paseo por el Valle de Arán

El Valle de Arán es una comarca española situada en los Pirineos centrales. Limita al norte con el Alto Garona, al suroeste con la provincia de Huesca y al sur con Lleida. Situado entre vertientes montañosas cubiertas de frondosa vegetación. Pinos Hayas y abetos quedan refugio a las numerosas especies que allí habitan. Perder entre sus valles, saborear su rica gastronomía, charlar con sus gentes y simplemente sentarse a la orilla de alguno de sus ríos nos devuelve esa paz y esa armonía con la propia naturaleza. Participar en la fiesta del fuego la noche de San Juan de la pueblo de Arties es un punto de referencia para descubrir tradiciones que muchos no sabemos ni que existen. Escapadas cortas por nuestra geografía. Viajeros de mochila que en cada peaje saben recoger la esencia de esos lugares que cautivan, por su historia, por su belleza y por esas sensaciones que nos dejan huella imborrable en el tiempo.

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Reportaje gráfico: Josefina Fernández.

Tajinaste rojo

El espectáculo de la naturaleza se nos muestra en sumisa elaboración de esos bellos perfiles que apuntan al cielo. Como flechas demandando la admiración de los paseantes sucumben ante la mirada del gigante cuando estalla la primavera en la Isla de Tenerife. Su belleza es tan efímera como la noche y las estrellas fugaces pero siempre permanecerán dormidas bajo el manto de los días y el acontecer de las estaciones. El próximo año elevarán sus cuerpos como lanzas en grana que, desde la noche de los tiempos, configuran la melodía y el reclamos de cuantos subimos a contemplarlos. De aquí a esa eternidad que descansa en nuestras manos y que vive de tal manera para hacer que siempre quede algo de nosotros en ella. Destrabando del tiempo esos puntos en rojo que salpican el Parque Nacional del Teide, junto Valle de Ucanca y sus roques emblemáticos. Donde la Furia de Titanes deseó emular al gigante cuando ya todo estaba estructurado en la natural belleza de las islas, y frente a los ojos que aún hoy permanecen en la bruma de los sentidos no saciados.

Cuando anochece

Río Guadalquivir

Atardecer en el Río Guadalquivir./HANAH VALENTÍN

Si me pusiera a pensar tal vez me inspiraría en una película, pero no es el caso. Los días son los escalones que cada uno subimos a diario. Al llegar al zénit es como si una bandada de gorriones alborotase al cielo para luego descorrer el tapiz azul índigo de la noche. A escasos pasos de esa extraordinaria pieza natural se encuentra el minuto más íntimo del atardecer. Todavía el sol irradia su oro intenso pero el día se va tiñendo de esa  decadencia sublime y agónica que le hará desaparecer de nuestros ojos. Cuando anochece es verbo, es tiempo, espacio y también recogimiento. El ocaso emerge a la vez que desaparece entre las nubes, tras las montañas o sobre el mar labrando pespuntes de oro sobre las mejillas de la tierra. No es momento de preguntar nada, solo contemplarlo en silencio, en su más pura intimidad donde solamente él y nosotros mantenemos una conexión inexplicable. Solamente los dos y la infinita presencia  de lo que realmente somos; nacimiento y muerte.

La canción del viento

El Teide

El Teide./HANAH VALENTÍN

«Dicen que a los árboles les gusta entonar las canciones que el viento no recuerda»  La naturaleza es el conjunto de las cosas  y las fuerzas que componen el universo y que no han sido hechas por el hombre. Pero la naturaleza en sí es un tributo al mismo hombre. Éste se ha beneficiado de cuanto ella nos ofrece para la subsistencia, para el progreso, para la vida de sus pueblos y de sus gentes. Pero esa naturaleza que no consideramos como el bien más preciado de la humanidad no abarca solo el mar, las montañas, los ríos, los animales. Entre la raza humana sobresalen pequeñas comunidades naturales que emanan de la misma por doquier. La música, la poesía, la pintura que, con su magia especial son las encargadas de dar voz, a la tierra, los pájaros, la lluvia, y el viento. En ese canto de amor a la tierra están inmersas todas las sinfonías. La naturaleza que nos llega desde dentro y que a su vez nos sacia y nos proyecta hacia nuevos horizontes de luz, y de sonido. Sin lugar a dudas, la Tierra y su conjunto son las que elaboran este pentagrama sin el cual las artes no tendrían fundamento y los sentidos carecerían de esencia. No hay científico que sea capaz de crear el pétalo de una flor o hacernos sentir la delicadeza de una orquídea. Los pobladores de este lugar llamado mundo tienen un contrato permanente con la naturaleza y por tanto la vida que desarrollemos en ella será el bastión que no dé la calidad que todos los seres buscamos.  El viento va y viene trayéndonos historias. En ella está siempre interpretada la vida, por eso el mejor lugar del mundo es donde podemos sentarnos y contemplar todo aquello que la naturaleza nos regala día a día.

El vuelo de la gaviota

Vuelo de una gaviota solitaria

Unas gaviotas sobrevuelan el océano/ Rafael Ben-Abraham Barreto

De gris está vestido el mar. Ya no resplandece como el estío pero la gaviota continúa  emergiendo desde las olas. Bailando un vals con la sintonía del viento. Allá lejos queda el horizonte huérfano de veleros y en las rocas ya no se escuchan cantos de sirenas. Remontando esa línea que nos separa de otros lugares debemos tratar de encontrar el equilibrio, erradicar  la mentira y ahuyentar la sinrazón de voluntades enfermizas que nos superan a diario, haciéndonos vulnerables ante cualquier arrebato de locura. La realidad e Europa se distorsiona en un lienzo cargado de dudas, compromisos y acuerdos alimentados todos ellos por el afán de poder. ¿Es que no existe ni un sólo motivo por el cual el hombre no trate de aprovecharse del hombre? Mientras, la gaviota seguirá volando sobre barcos anclados en los puertos sin poder llegar a su destino. El mar sigue gris y en su salada tristeza nos ronronea que estamos viviendo despaldas al mundo, porque a penas nos damos cuenta de que el mundo somos nosotros mismos.