El arte es el diario de un pueblo, de sus gentes, de su evolución. Negar el arte es negar la vida, la existencia y todo lo que ello conlleva. Acto mediante el cual, utilizando lo material se expresa una concepción. Toda obra del hombre en contraposición a la naturaleza. Desde las civilizaciones más antiguas el hombre a sido capaz de borrar las páginas de la historia haciendo prevalecer su poder de lucha y conquista. Nada más absurdo. Desde que la humanidad existe todas las civilizaciones han dejado su legado en herencia para las posteriores y así evolucionar. Hoy la historia del mundo está convulsionada por la ausencia de sensibilidad de muchos países ante los hechos vandálicos que destruyen nuestro pasado. Pero, ¿quién tiene el suficiente poder como para hacer desaparecer los vestigios de antiguas civilizaciones? Nadie. El patrimonio de la humanidad es ese «Patrimonio de la Humanidad» y por muchas pataletas que se cojan por razones de estado o creencias nada les otorga el poder de hacerlo. Un acto de negarse a sí mismo y de rechazar sus raíces ya que un día fueron concebidas para la humanidad y no para ellos solamente. Un velo oscuro se despliega ante la sensible y muda presencia de algo tan trascendental como el arte que, junto a la cultura son los cimientos de toda la historia del mundo. Algún día nuestros herederos se echarán las manos a la cabeza al contemplar este desastre. El insulto que las civilizaciones pasadas está recibiendo marcará un antes y un después. No somos conscientes de esto solo miramos unas imágenes que, frente al mundo nos espantan, pero no hacemos nada por evitarlo. Escuchamos la voz ahogada de muchos pueblos y tal vez por eso en nuestros oídos resuene el estruendo de las imágenes caídas de la historia.
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A la altura de la historia
La altura de una nación se mide por la forma de gestionar, mantener y hacer valer sus principios, su historia o su forma de valorar las situaciones por el bien común de sus ciudadanos. La nuestra, nuestra nación se está viendo cuestionada por muchos rincones que, por descuido o por exceso, están convirtiéndose en las armas arrojadizas que hacen peligrar la estabilidad. No vale hace toda la tarea la víspera del examen sino hacerla según se van presentado los problemas. Hacienda, nuestra economía y nuestras leyes vienen desde hace tiempo siendo las hermanas menores de un proyecto común que se llama España porque nuestros gobernantes han dado prioridad a nuestra imagen exterior descuidando lo que realmente se cuece en nuestra propia casa. Nadie, ningún país nos dará nada a cambio por muy bonito que nos pinten o por muy buenos resultados que nos pronostiquen en las encuestas. Hay una frase manida en estos días que corre de boca en boca «España no es Grecia», no, naturalmente que no. España es España y como tal hay que dejarla a la altura de nuestro tiempo. No de tiempos pasados, de cuyos cimientos podemos estar orgullosos, sino dándole la relevancia que tiene, que ha tenido y por supuesto que debe tener. No es cuestión de rasgarnos las vestiduras por ello, solamente organizar lo nuestro y no permitir que otros nos lo organicen. Porque si nos dormimos en los laureles pueden quitárnoslo todo y entonces «¡a escupir al barranco!».