El latido de un país

Naturaleza, pavo real

Pavo real./HANAH VALENTÍN

«Si soy lo que tengo y si lo que tengo pierdo, entonces ¿quién soy?» El pulso de un país se toma por el bienestar de sus habitantes Es un mecanismo igual al del  cuerpo humano que si lo aceleras le produces reacciones contraproducentes para la salud y si lo dejas morir por inanición lo pierdes. Una toma de decisión debe ser importante siempre, sabiendo los pros y los contras que eso conlleva. No se puede ser bueno cuando ves que las personas ya no se fijan en ti. Nuestra frenética vida nos impide disfrutar y echar raíces en el mundo de lo pequeño, lo hermoso, lo vivo. La encrucijada política que vemos a diario se ha convertido en el culebrón de todos los gobiernos. La dignidad de las personas se desvirtúa con hechos vandálicos  y los tribunales dan carpetazo o se pronuncian en tiempos ilimitados. Nos miramos en el corazón de África y tratamos de reorganizar un país que necesita ayuda, pero el nuestro también. Ayudamos al vecino y mientras en nuestras calles se respira desolación y mal rollo. Son demasiadas meteduras de pata de unos para no hacernos ver lo que tenemos que ver. Las personas cambian cuando se dan cuenta del potencial que tienen para modificar las cosas. Hay que conectar con nuestra verdad y sentir como nos proporciona la fuerza necesaria para salir adelante. Dejémonos influir por el lenguaje de la maravilla. Ese lenguaje que los niños con su ilusión, no solo sienten nuestra dolor sino que intentan hacer algo por evitarlo. No rechaces tus sueños. Sin ilusión ¿el mundo que sería? Hagamos que nuestros gobernantes entren en sus juegos por un día, nada más. La mayoría de ellos cree que están pensando cuando en realidad lo que hacen es recordar sus prejuicios y así no se llega a ninguna parte.

Muda presencia

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HANAH VALENTÍN

El arte es el diario de un pueblo, de sus gentes, de su evolución. Negar el arte es negar la vida, la existencia y todo lo que ello conlleva. Acto mediante el cual, utilizando lo material se expresa una concepción. Toda obra del hombre en contraposición a la naturaleza. Desde las civilizaciones más antiguas el hombre a sido capaz de borrar las páginas de la historia haciendo prevalecer su poder de lucha y conquista. Nada más absurdo. Desde que la humanidad existe todas las civilizaciones han dejado su legado en herencia para las posteriores y así evolucionar. Hoy la historia del mundo está convulsionada por la ausencia de sensibilidad de muchos países ante los hechos vandálicos que destruyen nuestro pasado. Pero, ¿quién tiene el suficiente poder como para hacer desaparecer los vestigios de antiguas civilizaciones? Nadie. El patrimonio de la humanidad es ese «Patrimonio de la Humanidad» y por muchas pataletas que se cojan por razones de estado o creencias nada les otorga el poder de hacerlo. Un acto de negarse a sí mismo y de rechazar sus raíces ya que un día fueron concebidas para la humanidad y no para ellos solamente. Un velo oscuro se despliega ante la sensible y muda presencia de algo tan trascendental como el arte que, junto a la cultura son los cimientos de toda la historia del mundo. Algún día nuestros herederos se echarán las manos a la cabeza al contemplar este desastre. El insulto que las civilizaciones pasadas está recibiendo marcará un antes y un después. No somos conscientes de esto solo miramos unas imágenes que, frente al mundo nos espantan, pero no hacemos nada por evitarlo. Escuchamos la voz ahogada de muchos pueblos y tal vez por eso  en nuestros oídos resuene el estruendo de las imágenes caídas de la historia.