Los sibaritas conforman al grupo de personas o grupos refinados. Actualmente todos queremos ser sibaritas pero más de una vez nos hemos dado un tropezón. Ser refinado conlleva tener una serie de condicionamientos para que esa exquisitez que los caracteriza pueda desprenderse y aflorar. No todo estamos capacitados para serlo y menos aún muchos de los que se lo creen no lo son. Los políticos presumen mucho de todos estos atavíos y aunque sus ancestros le impidan demostrarlo siguen en su empeño. Ninguno se nos muestra tal y como es. Todos llevan puesto el collarín de ese «refinamiento» adquirido bien por las circunstancias o bien porque alguno sea proclive a serlo. En resumidas cuentas es lo que se lleva. Con eso nos olvidamos de todo aquello que es natural por naturaleza y de lo que a veces huimos por sentido al ridículo o por ignorancia. Tener dinero es ser exquisito señores, ni más ni menos. Aunque nos vayamos de vacaciones a una exótica playa o un crucero con más de tres mil pasajeros a bordo. Tener una casa en la playa y otra en la montaña y no hacer uso de ellas porque no sabemos como hacerlo. Amueblar nuestro garaje con tres o cuatro coches de último modelo y solo vayamos con el que menos gasta para ahorrar. Ser sibarita es lo más de lo más y por nuestro paladar pueden pasar exquisitos manjares que no apreciamos, por no dar nuestro brazo a torcer y saber reconocer todo el valor y el auténtico sabor de un sencillo plato de lentejas. ¡Pobres, ya que solo tienen dinero y poder para comprar! El sibaritismo es, en resumidas cuentas, un estilo de vida y pasa cuando pasa. No hay más.
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Entre el humo de la larga noche
Son muy frías las noches de la guerra, sobre todo para aquellos que no tienen culpa de lo que sucede. Cuando el hombre gusta de producir miedo y desolación lo hace como el que más. Ese gigante que avanza con los pies de plomo y las manos de sangre pisando fuerte y sin control. ¿Dónde están tus mandatarios que no se mojan en este encierro? Nada es permanente excepto el cambio y ese cambio no vendrá mientras el hombre no sepa como hacerlo. En un mundo de estructuras caducas y rancias que están en decadencia la falta de imaginación es la premisa más importante para cambiar. La biografía de un país es su gran proyecto pero las guerras son como la carcoma que los deshace no pudiendo evadirse te tanta maldad. Enviamos satélites al espacio, creamos seres en los laboratorios y no somos capaces de decir ¡BASTA! a tanta barbarie. Las ideas convergentes de los más poderosos se cruzan por encima de los débiles para hacerse con sus ganancia. La miseria irrumpe por las vidas de las asustadas familias que deambulan entre el humo de las largas noches ahuyentando a niños, mujeres y ancianos. Se toca a guerra lo mismo que si se tocara a fiesta, ya nada importa porque ni la vida tiene valor. Las alas de los pájaros están heridas ante la confusión y los remansos de los ríos oscurecen su brillos por la tristeza. Sí, son muy frías las noches del invierno y el humo ciega nuestros ojos. En el reducto de una utópica «paz» las altas esferas siguen el juego de poder, mientras los pies descalzos de los niños tropiezan con la tope y enfermiza mente de muchos hombres.